viernes, 27 de agosto de 2010

Mi cumpleaños número 17. Mi fondo. Mi mesa, mis sillas. Mi novio y mis hermanas. Adentro, mi vieja. Nosotros tres estamos haciendo una especie de artesanías, o algo por el estilo. Ya no lo recuerdo bien. Esas trivialidades ya no tienen importancia alguna en mi vida, asi que las voy perdiendo de a poco... mi único objetivo ahora es ESCAPAR.

Entro a mi casa, a buscar algo. De repente una sensación terrible de miedo se apodera del lugar. SABEMOS que Ellos están por venir. Y Oli, Luci y Jose están afuera. Sin posibilidad alguna de zafar. Ya está. Están acá. Corremos. Los ojos verdes de mi vieja tienen un tinte de desesperación que no había visto nunca antes. Los vemos dentro de esos autos color negro. Esos autos que llevan a la muerte. A lo primero que atina mi vieja es a abrir la puerta en medio de su carrera y meterse al auto. Para no abandonar a mis hermanas. Yo sigo corriendo. El auto todavía no aceleró del todo. Desde adentro del auto me estiran los brazos, para que suba. Las lágrimas empiezan a caer.. pero me doy cuenta que con tan solo un esfuerzo más, podría sacar a mi hermanita. Mi mamá se da cuenta de lo que quiero hacer, y asiente. Solo eso hizo falta. Aumento un poco mi velocidad, estiro los brazos y logro sacarla. Escucho los gritos de Ellos. Escucho la frenada del auto. Empiezo a correr.

Sin destino alguno, lo único que quiero es sacar a Jose de ahí. Asi que corro. Ya no doy más, pero corro. El peso de Josefina de repente parace ser el triple de lo que realmente es.

Corro durante horas, corro por la ciudad, corro por el campo.. llego a un lugar muy extraño que nunca había visto antes. Esa fuerza que surge solo en las situaciones límite empieza a desaparecer. Tengo la certeza de que en cualquier momento voy a dejar de correr, y, no solo eso, sino que voy a desmayarme. ¿Seguirán persiguiéndome? No lo creo, si quisieran ya me habrían atrapado. Pero el miedo no se va. Un miedo helado, corriendo por mis venas.

Sigo corriendo.

A mi izquierda, una laguna. A mi derecha, árboles.

Corro.

Encuentro una casa, en el medio de un prado. Hay gente vestida de manera rara, pareciera que están jugando. ¿Y si me delatan? Es demasiado tarde, ya me vieron. Los miro... ¿Por qué Josefina no habló en todo el camino? ¿Cuánto tiempo pasé corriendo? Ya es de día nuevamente... ¿O habrá hablado y no la escuché?

Solo puedo decir: Ayuda. Caigo de rodillas, mi visión se va nublando; veo como rostros extraños se me acercan. Cierro los ojos...

Me despierto en un lugar sumamente raro. Una mujer de unos 40 años, hippie y con una sonrisa tierna está sentada al lado mío. ¿Te escapás de Ellos no? Sí. Bueno, podés quedarte acá por un tiempo... muchos de nosotros estamos escapando también.

Es entonces cuando miro a mi alrededor. Lleno de flores y muchos colores. La gente parece sacada de un circo.

La busco a Jose desesperadamente, hasta que la mujer me señala hacia un rincón. Unos 10 nenes chicos jugaban. Entre ellos, mi hermanita. Le pusieron un vestido y la peinaron. Parece contenta.

Entonces suena una alarma y todos gritan de emoción.

¡Llegó la hora de jugar !

Arman una hilera de gente y cada vez que suena una campana, todos corren hacia el otro extremo del lugar, y del techo, cae una especie de rocío, que a medida que van corriendo aumenta hasta convertirse en una lluvia muy potente. Esa parece ser la gracia del juego, mojarse.

Al principio me uno, con Jose a mi lado. Hasta que la veo toda mojada... su vestido se transparentó y su pelo chorrea gotas. Es ahí que me doy cuenta que no tengo abrigo. No tengo comida, no tengo remedios. ¿Y si se enferma? El miedo vuelve a mí.

Decido salirme del juego. Camino por la casa y me encuentro con alguien conocido... ¿Lelu? ¡Euge !

Contenta de al fin poder hablar con alguien, nos sentamos, tomamos unos mates.

Después de un rato de charla me doy cuenta de que mi viejo amigo ya no es el mismo de antes.

Miro a mi alrededor, la gente parece haber empezado otro juego.

Definitivamente, ese lugar vuelve loca a la gente.

Pienso en mi pasado, me hubiera encantado encontrar una casa así... sin reglas, o más bien, con reglas absurdas. Pero ahora no puedo quedarme ahí.

Escucho el ruido que hacen.

No puedo.

Ellos te encuentran donde sea que estés. Un lugar tan freak, como se habría dicho en otros tiempos, no tardaría mucho en ser descubierto.

Miedo, de nuevo.

Me paro, miro con tristeza a mi alrededor. Con algo de culpa, robo algo de ropa y comida que encuentro por el lugar.

Y empezamos nuestro camino. Siempre con miedo. Siempre con cansancio. Jose no entiende nada, pregunta por mi mamá, y por Luci. No se qué decirle... Lo único que tenemos por delante es tierras extrañas. Caminar de un lugar a otro hasta que Ellos no estén atrás. Hasta que el Partido caiga.

¿Pasará eso algún día?

No tengo tiempo de pensar en eso, solo tengo que preocuparme por SOBREVIVIR.

No hay comentarios: